En el Antiguo Egipto los gatos (o “mau” para los machos y “techau” para las hembras como se les llamaba entonces) eran adorados y el rapto, maltrato o la venta de estos animales podía ser penado hasta con la muerte, pues su labor como cazadores de ratas era muy valorado.De hecho, si un gato familiar moría, todos los miembros de la familia debían depilar sus cejas en señal de duelo por la partida del felino.

Bastet, la diosa con cabeza de gato, comenzó a ser adorada hace casi 5000 años en el Antiguo Egipto. Era la protectora de los hogares y templos, así como también del amor, la protección y la armonía y también fue adorada como una diosa de la Guerra en el Bajo Egipto. A diferencia de nuestra percepción moderna de los felinos, ligados a la noche y la Luna, Bastet era la representación de la calidez de los rayos del Sol.

Los antiguos griegos deseaban tanto tener gatos egipcios que estuvieron dispuestos a entregar grandes riquezas para tenerlos, pero los egipcios se negaron rotundamente, por lo que los griegos debieron robarlos para obtenerlos.